lunes, 29 de agosto de 2011

La pintura en el modo interrogativo
(Extracto del libro Vitamin P, texto de Barry Schwabsky)

Actualmente es común escuchar que la pintura contemporánea es esencialmente conceptual. ¿Pero qué significa esto?
Si se parte de la idea histórica de que la pintura abstracta reveló las estructuras generales de todo arte y que, por lo tanto, todo arte es en el fondo abstracto, así como de la consigna Greenbergiana de que “uno tiende a ver lo que está en una pintura clásica (Old Master) antes de verla como una pintura, mientras que uno ve una pintura modernista primero como pintura”; se puede llegar a la conclusión de que la pintura modernista tomó lo que estaba implícito en la pintura clásica y lo hizo explícito, es decir, lo trajo a un punto más claro de autoconciencia, logrando con ello una pintura verdaderamente universal.
Sin embargo, la pintura abstracta no es solamente más abstracta y general que cualquier otra; es al mismo tiempo y por encima de todo, un tipo particular de pintura, un tipo entre otros muchos lenguajes pictóricos y no necesariamente la revelación de la esencia de toda pintura.
Joseph Kosuth escribió en 1969 que “todo arte es conceptual porque el arte sólo existe conceptualmente”, refiriéndose a la naturaleza autoconsciente y reflexiva de su obra y de la de algunos otros cuantos creadores de su época.
Pero estas palabras probablemente han resultado ser verdaderas en el sentido opuesto a aquél que Kosuth pretendió. Tal como el arte abstracto reveló que todo arte había sido siempre, en cierto sentido, esencialmente abstracto, el arte conceptual reveló (o reiteró, puesto que esta es una idea que remite hasta la observación de Leonardo da Vinci de que la pintura es “una cosa mentale”) que todo el arte es conceptual, incluida la pintura.

¿Dónde deja esto a la pintura? ¿Es la pintura arte? ¿O es la pintura un arte?
La pintura fue extremadamente importante para el modernismo. Pero a veces el no pintar también lo fue. Pintar, no pintar o ¿qué hacer con el pasado? Estos problemas siguen presentes hoy en día. Ahora que el no pintar no es más un acto de rebelión contra un discurso artístico basado en la pintura, sino una postura ya prácticamente institucionalizada, ha surgido entre ellas un conflicto territorial, por lo menos en el nivel administrativo de la burocracia del arte.
Por otro lado, estos problemas se han suavizado, se han des-politizado.
Cualquier artista puede cambiar de medio, o ir y venir entre uno y otro sin mayor problema, sin tener un conflicto serio. Ya no es obligatorio para ningún artista serio el jurar estricta adherencia a una postura en particular.
La pintura actual no es necesariamente más consciente que la pintura modernista, sólo es consciente de cosas diferentes. Presupone que el arte no es una sola cosa y que por lo tanto una sola manera de mirar no es suficiente; se debe estar preparado para incluir o aceptar nuevos axiomas estéticos.
Es precisamente a través de este llamado a la flexibilidad por encima del compromiso (a alguna postura en particular) que el arte contemporáneo, incluida la pintura, reclama para sí un nivel de autoconciencia mayor al del Modernismo.

¿De qué trata la pintura actualmente? La pintura contemporánea conserva de su trasfondo modernista y conceptual la creencia de que toda obra de artista debería plantear una posición o propuesta -que una pintura no es sólo una pintura sino también la representación de una idea sobre la pintura. Esta es una razón por la cual ahora no existe contradicción entre la pintura abstracta y la representativa (figurativa); en ambos casos, la pintura está ahí no para representar la imagen; la imagen existe para representar la pintura, es decir, la idea de esa pintura sobre la Pintura (toda pintura es una representación de la Pintura, es una alegoría de la Pintura).
Michael Fried escribió que el arte es gratuito (está de sobra) cuando “no es la respuesta a una pregunta o la solución a un problema planteado”. En este sentido el arte contemporáneo es gratuito, no tiene razón de ser, es sólo una derivación estilística de algo. Hay algo inherentemente polémico en la naturaleza de la producción artística contemporánea, pero no en el sentido de que declara otras posturas como inválidas. Diferentes posturas artísticas son ahora recibidas estéticamente más que en términos de alguna pretensión de verdad (es una cuestión de gusto o estilo más que una cuestión epistemológica o filosófica). Encontrar modos de hacer algo diferente a resolver problemas (o responder preguntas) es ahora el problema del arte.
Esto explica porqué hoy en día el elegir a la pintura sobre otras formas de expresión artística ya no es anacrónico ni es políticamente incorrecto, como alguna vez lo fue. También explica mucho sobre el contenido específico de la pintura contemporánea. Parece extraño hablar de un contenido específico de la pintura en general, dado que, por un lado, todo se vale y, por el otro, cada artista debe inventar una postura que le diferencie de otras u otros artistas. Paradójicamente, en esta situación, la auto-invención se convierte en el tema o característica principal que unifica a todos los diferentes e incluso contradictorios proyectos artísticos.
La pintura actual tiene éxito al llegar a un acuerdo o conciliarse con su propia gratuidad (aceptando su propia falta de justificación). Tal y como los artistas posteriores al renacimiento comenzaron a forzar los extremos estilísticos y expresivos de las nuevas técnicas descubiertas, la pintura contemporánea puede en general ser llamada pintura “manierista”. Somos al modernismo lo que los manieristas fueron al renacimiento. Esto es verdad, por cierto, del neo-conceptualismo, la instalación, el videoarte, etc., contemporáneos: son también manipulaciones y variaciones manieristas o gratuitas de modelos preexistentes.

Frank Stella dijo que “existen dos problemas en la pintura, uno es descubrir qué es la pintura, y el otro es descubrir cómo hacer una pintura”. Una posible distinción entre el arte moderno y el contemporáneo sería que la pintura modernista tenía la preocupación de descubrir qué es la pintura, mientras que para las pintoras o pintores contemporáneos, el problema es cómo hacer una pintura. Esto se traduce de nuevo en la cuestión del estilo o del cómo utilizar los materiales, métodos, conceptos o tradiciones de la pintura para hacer algo que no necesariamente se una pintura. Lo que la obra sea surgirá del cómo es o cómo fue hecha.
Actualmente no existe un “look”, estilo, método, tema o material específico que permita identificar a una pintura como contemporánea ni, al contrario, que la descalifique para su consideración como tal. En vista de todo esto, se vuelve muy difícil decir qué cuenta como pintura o qué no.